Exorfinas: el placer detrás de comer lácteos y pan

Sentimos placer y satisfacción cuando hacemos algo que nuestro organismo premia como algo que debemos repetir.  Se trata de un sistema de recompensas mediado por los neurotransmisores. Pueden participar las exorfinas o las endorfinas según el caso. Este sistema se compone de tres partes:

  1. Emocional: ligado al placer que genera la ‘‘recompensa’’ o al disgusto de un ‘‘castigo’’.
  2. Motivacional: ligado al estímulo que genera una recompensa -induce a la repetición de esas acciones- o el evitar un castigo.
  3. Cognoscitivo: ligado al aprendizaje derivados de esas acciones  

A lo largo de la evolución humana, este sistema ha sido fundamental para la supervivencia gracias a que proporciona un estímulo y recompensa ante acciones adoptadas como la búsqueda de comida, reproducción, escapar de ciertos peligros, etc. De esta forma, se asegura la preservación de la especie.

 

La importancia de las endorfinas…

El sistema de recompensas está constituido por neuronas. Se estimula además, cada vez que realizamos actividades que generan placer sensorial. Se descargan sustancias químicas y neurotransmisores. Comer, calmar el hambre y la sed, tener sexo, hacer ejercicio y reír son solo unas de las actividades que estimulan nuestro sistema de recompensas brindándonos sensación de bienestar y satisfacción. Esto ocurre a través de la liberación de endorfinas. Así, es cómo nuestro cuerpo nos indica que debemos repetirlas.

Además de tener un efecto analgésico, darnos satisfacción y bienestar, las endorfinas tienen a cargo funciones como proteger nuestro cuerpo del hambre en tiempos prolongados de escasez de comida a través del estímulo frente a actividades fundamentales para la supervivencia: conseguir comida y comer. Por tanto, las endorfinas se producen dentro del organismo y ante una necesidad del mismo. De ahí viene su nombre:  ‘‘endo’’ significa dentro.  

El efecto de placer y motivación a repetir esas acciones que estimulan este sistema, puede traer ciertos problemas. A pesar de que ciertas personas pueden ser genéticamente más propensas a una adicción, la sobreestimulación del mismo puede alterar su funcionamiento y desencadenar una adicción.

Ahora, seguramente has podido experimentar esa sensación de placer y satisfacción cuando has comido algún lácteo o pan. Esta experiencia, ocurre gracias a la generación de unas sustancias análogas a las endorfinas llamadas exorfinas. Pero éstas, a diferencia de las endorfinas, no se producen por una necesidad del organismo sino que se generan a raíz de algo que comemos. Un agente exterior al organismo. De ahí su nombre: ‘‘exo’’ significa afuera.

 

¿Qué son las exorfinas?

Las exorfinas, como ya lo mencionamos, son análogas de las endorfinas que son neurotransmisores endógenos, es decir, el organismo mismo las produce. Pero en contraste, las exorfinas se producen por algo externo al organismo. En particular, por la composición peptídica de un alimento, es decir por la clase de proteínas que tiene. En este caso, esto ocurre en el intestino durante el proceso de digestión de dichos alimentos.

Fue en 1981 cuando se descubrieron las exorfinas. Christine Zeidrou, a través de la digestión peptídica de proteínas como la caseína -la proteína de la leche- y el gluten -proteína del trigo-  pudo obtener péptidos opioides. Se detectó en ellos un efecto hormonal y efectos similares a algunas sustancias derivadas del opio como la heroína y la morfina. Esto significó que estimulaban nuestro sistema de recompensas

 

¿Cómo se producen las exorfinas?

Cada vez que comemos ese delicioso manjar con queso y pan, podríamos llegar a experimentar los efectos de un opioide: placer y bienestar. Cuando se consumen alimentos con gluten y caseína, durante la digestión en el intestino se producen péptidos opioides gracias a la digestión de las proteínas presentes en estos alimentos. Esos péptidos, son luego detectados por receptores opioides, distribuidos en partes del cuerpo como los pulmones, genitales, intestino y sistema nervioso. Se causan entonces los efectos que ya mencionamos: estímulo a repetir la acción de comerlos porque nos generan mucha satisfacción. Por eso, los alimentos que contienen exorfinas, son alimentos que las personas encuentran muy difíciles de abandonar. Se vuelven adictivos y sientes que tu cuerpo los pide. Por ejemplo, no te imaginas tener un desayuno sin un pedazo de pan, un bagel, cereal, queso o leche.

 

¿Qué hacen las exorfinas en mi cuerpo?

Las exorfinas que provienen de la caseína, se llaman casomorfinas y en el caso del trigo, se llaman gluteomorfina. Éstas, tienen mucho que ver con el rico sabor de las comidas y pueden comportarse como hormonas y neurotransmisores. Según estudios, en el caso de las casomorfinas se han encontrado en el torrente sanguíneo. Esto significa que estos péptidos son resistentes a las proteasas del intestino -las encargadas de hacer posible la digestión de esas proteínas- y como resultado, pueden atravesar la barrera intestinal y absorberse exactamente como péptidos opioides. Todo esto sin sufrir ninguna degradación. Luego, atraviesan la barrera hematoencefálica -barrera de células de alta densidad encargadas de restringir el paso de sustancias al torrente sanguíneo- y entonces, pueden interferir en funciones del páncreas ya que las exorfinas pueden ser detectadas por receptores del mismo tipo ubicados en el intestino.

Cabe resaltar que así como varía la ubicación de los receptores opioides en el cuerpo, los efectos de un mismo opioide pueden variar dependiendo del receptor al cual se enlace. Parece que todo se resume a si el enlace ocurre con un receptor ubicado en el cuerpo o en el cerebro. Las exorfinas que se enlazan a receptores ubicados en el intestino suelen tener efectos como reducción de la actividad motora, disminución en la sensación de dolor, represión de la producción de hormonas y deseo sexual, inducción del estreñimiento y retención de agua.

 

Exorfinas en el cerebro

Por otro lado, los efectos a nivel cerebral de las exorfinas no se pueden desconocer. Aún más cuando se encuentran niveles de exorfinas mucho más altos en pacientes esquizofrénicos y niños con autismo. De acuerdo con un estudio realizado en ratas, se encontro que las exorfinas estimulaban en su cerebro, las mismas regiones cerebrales que se ven estimuladas y afectadas en la esquizofrenia y el autismo. Los péptidos pobremente digeridos -convertidos en exorfinas- una vez atraviesan la barrera intestinal y hematoencefálica alertan el sistema inmune. Pueden terminar en cualquier parte del cuerpo incluido el cerebro. Cuando una exorfina es detectada por un receptor cerebral, se promueve el gasto energético, promueve el impulso de la reactividad e hiperactividad y esto, puede llegar a causar un trastorno mental.

 

Los lácteos y su efecto en la somatostatina

Las casomorfinas, inducen la secreción de insulina y la somatostatina y tienen un efecto muy parecido al de la morfina.

La somatostatina es una hormona proteica producida por las células del páncreas. Tiene a cargo regular los niveles de glicemia,  inhibir la producción de insulina, glucagón, la síntesis y/o secreción de la hormona d crecimiento -GH, STH o Somatotropina- y la respuesta de la hormona tiroidea a la hormona liberadora de tirotropina. Cuando se producen alteraciones en la producción de somatostatina se genera un daño en el metabolismo de los carbohidratos. Una de las formas en que esto ocurre es a través de los somatostatinomas -tumores secretores de esta hormona- que se asocian con la diabetes mellitus, colelitiasis, esteatorrea e hipoclorhidria.

La producción de casomorfinas por ejemplo puede ser muy eficiente. Basta con tomar dos cucharadas de leche para que se generen suficientes exorfinas para generar efectos fisiológicos. Es lógico pensar en porqué este alimento produce tantas exorfinas. Es el primer alimento de un bebé, fundamental para su crecimiento y desarrollo. Ese es su único fin. Por eso, la producción de la enzima que permite su digestión, está genéticamente programada para detenerse una vez termina el período de lactancia. Pero gracias a la domesticación de los animales, la ingesta de leche de vaca en la dieta de un adulto promedio aumentó significativamente y los opioides de esta leche, son diez veces más potentes que los de la leche materna humana.

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