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El intestino está compuesto por varios elementos. Tiene sus mecanismos de defensa con elementos tanto extracelulares como celulares que en conjunto cumplen una función de barrera. Se impide el paso de antígenos, y selectivamente se permite el paso de nutrientes y electrolitos y se favorece el sistema inmune intestinal y la tolerancia inmune. Cuando esa función de barrera se daña, aparece lo que conocemos como permeabilidad intestinal o síndrome de intestino permeable.
Tener un ecosistema intestinal sano y por consiguiente una función de barrera adecuada, depende del estado de la interrelación del epitelio intestinal, la microbiota y la inmunidad del intestino. Por eso, la permeabilidad intestinal, puede propiciarse si alguno de los otros dos factores está siendo agredido.
¿Qué es la Permeabilidad Intestinal?
El epitelio intestinal y las uniones estrechas intercelulares de la pared intestinal hacen el papel de filtro entre moléculas del medio ambiente y nuestro organismo. Es la mayor superficie de contacto con el mundo exterior y por eso el daño en ese filtro acarrea tantas consecuencias. Aquí tiene un papel muy importante la zonulina, una proteína que modula las uniones estrechas de la pared intestinal. Es decir, la zonulina modula la permeabilidad intestinal.
En situaciones normales, cuando se detecta un antígeno en el intestino, se genera una inflamación controlada para combatirlo. Pero cuando hay daños en la barrera epitelial, los antígenos (bacterias, virus, toxinas, etc) pueden atravesar esa barrera, llegar hasta el torrente sanguíneo y desencadenar respuestas inmunológicas.
Cuando hay una sobreproducción de zonulina, se abren las uniones estrechas intercelulares de la pared del intestino. Es cuando se propicia la permeabilidad intestinal. Nuestro intestino deja de cumplir su función protectora y sustancias indeseadas, pasan al torrente sanguíneo y nuestro sistema inmunológico, responde.
¿Cuáles son las posibles causas de un Intestino Permeable?
1. El estrés
Las situaciones estresantes, el organismo las interpreta como situaciones de peligro de las que debes huir (cualquier situación de estrés). Como respuesta, tu cuerpo le quita prioridad a sistemas de mucho gasto energético como por ejemplo, el sistema inmune.
El estrés reprime tu sistema inmunológico, gran parte del cual se encuentra en el intestino.
Por otro lado, el estrés hace que liberemos cortisol. Es la hormona del estrés que además tiene características catabólicas. Es decir, promueve la degradación de proteínas para la obtención de aminoácidos.
Uno de los aminoácidos que se encuentra en gran cantidad en el intestino es la glutamina. Se trata del componente que predomina en el tejido conectivo del intestino. Bajo situaciones prolongadas de estrés -como las que muchas personas viven día a día-, se libera constantemente cortisol y por ende se propicia un estado de catabolismo constante en el que se puede dar un déficit de glutamina en el intestino. Esto promueve la permeabilidad intestinal.
2. El gluten
El gluten es la proteína presente cereales como el trigo, la cebada, el centeno, y otros familiares. Ésta proteína está compuesta por dos péptidos llamados glutenina y gliadina, siendo la gliadina la predominante (90%).
Aunque el gluten es relativamente digerible por proteasas (enzimas) humanas, hay péptidos específicamente de la gliadina que contienen epítopos tóxicos. Cuando estos epítopos se detectan en el sistema inmune de la mucosa intestinal y desencadenan respuestas pro-inflamatorias y citotóxicas inmunes. Esto provoca provoca el daño epitelial del intestino delgado y la permeabilidad intestinal.
3. El uso de antibióticos
El uso de antibióticos sin duda ha sido un gran avance para controlar infecciones. Pero así como matan bacterias indeseadas, también arrasan con las bacterias buenas. Las que necesitamos y hacen parte de la salud de nuestro intestino. La ausencia de esas bacterias provocan un desequilibrio en nuestra flora intestinal (microbiota). Ese desequilibrio puede alterar la permeabilidad de nuestro intestino.
El uso de antibióticos debe ser utilizado sólo cuando sea necesario, nunca te automediques.
Un tratamiento con antibióticos, se recomienda acompañarlo al final de probióticos y una dieta adecuada que promueva la salud de tu microbiota. Todo con el fin de alimentar el intestino repoblándolo con las bacterias que posiblemente se hayan perdido con los antibióticos.
4. La hipoclorhidria
La hipoclorhidria se da cuando el estómago, que naturalmente es ácido -y debe permanecer ácido- deja de serlo. La función que cumplen los ácidos gástricos en el estómago es fundamental para tener una buena digestión, en particular la de las proteínas.
Los ácidos gástricos descomponen los alimentos y cuando hay una baja producción de ácido en el estómago los alimentos no se pueden digerir bien. Si esto pasa, llegan partículas de alimentos enteras y sin digerir al intestino. Esto puede alertar el sistema inmunológico, desencadenar respuestas e inflamación en el intestino y alterar todo el equilibrio de la microbiota.
Otra función que cumple el ácido del estómago es matar bacterias. Si no hay suficiente ácido en el estómago, hay bacterias que pueden estar llegando al intestino intactas y otra vez, alterando el equilibrio de la microbiota.
Factores como la alimentación rica en azúcares y alimentos proinflamatorios promueven la hipoclorhidria. También, el uso prolongado de antiácidos que son medicamentos que bloquean la producción de ácido en el estómago -como los que se usan para ‘‘tratar’’ la gastritis- causan hipoclorhidria.
El desequilibrio en la microbiota intestinal promueve que esa función de barrera deje de funcionar.
5. Alimentación proinflamatoria
La alimentación que llevamos tiene repercusiones en todo, aún más en tu intestino. El exceso de azúcar, el consumo de alimentos procesados y aceites vegetales, propicia un ambiente de inflamación en tu organismo que tendrá repercusiones en el ambiente de tu microbiota intestinal. Muchos de esos alimentos -en particular el azúcar- pueden estar además alimentando bacterias indeseadas en nuestro intestino.
Consumir alimentos que te causan sensibilidades o alergias -así sea un alimento saludable-, también afectará el ambiente de tu microbiota intestinal.
Síntomas de un intestino agujereado
Hay muchos síntomas o patologías que pueden estar teniendo origen en un intestino permeable:
En la piel:
Acné, alergias, eczema, urticaria y rosácea.
En el sistema respiratorio:
Asma, congestión nasal, mareo y rinitis.
En el sistema digestivo:
Distensión abdominal, eructos o gases, estreñimiento, diarrea, náuseas o vómito, heces fétidas, gastritis, reflujo y colicos.
En los músculos y articulaciones:
Dolor en las articulaciones, artritis y fibromialgia.
A nivel hormonal:
Períodos irregulares, infertilidad, síndrome de ovario poliquístico, síndrome premenstrual, endometriosis y otros desbalances hormonales.
A nivel emocional
Ansiedad, depresión, falta de concentración, pérdida de la memoria y déficit de atención.
Otros:
Fatiga crónica, baja energía, insomnio u otras alteraciones del sueño, cefaleas y migrañas, resfriados, infecciones frecuentes, aumento de peso injustificado, problemas con la tiroides, enfermedades autoinmunes e incluso cáncer.
La buena noticia es que removiendo los factores que fomentan el aumento de la producción de zonulina, que alteran nuestra microbiota y nuestro sistema inmune intestinal y por ende propician la permeabilidad intestinal, se puede recuperar esa barrera protectora.
Es posible revertir muchas de las patologías que resultan de un intestino permeable. Siempre y cuando se encuentre la causa, que pueden variar mucho de individuo a individuo y por eso el abordaje debe ser individualizado.
Si te detienes a pensar por un momento, muchos de los hábitos de vida que llevamos son promotores de un intestino permeable, y si ves además los síntomas que están relacionados a él, son demasiado frecuentes entre las personas. Podríamos incluso decir que al menos uno de esos síntomas lo tienes tu o alguien que conoces. Esto nos lleva a ver la importancia de tener un intestino saludable y al mismo tiempo, que cualquier transgresión en equilibro intestinal, puede repecutir de formas que jamás relacionaríamos con él.
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